En el mundo de la planeación los tiempos son vitales para poder lograr los objetivos en tiempo y forma dentro de un gran proyecto. Por eso, las fechas límites se han vuelto una constante en todo tipo de proyectos empresariales e incluso personales para que todo se mantenga en marcha.
Pero hay otras áreas donde los tiempos no son necesariamente tan ajustados ya que son proyectos a largo plazo, o proyectos personales con un tiempo no tan definido por alcanzar, sin embargo, las fechas límites o deadlines también se hacen presentes con gran rigor.
Y es que incluso los influencers y medios digitales que te prometen el bienestar espiritual haciendo actividades recreativas y relajantes muchas veces ponen en su fórmula alcanzar los plazos para deshacernos de los malos hábitos como procrastinar y abandonar ideas que posteriormente nos hacen sentir mal por no ser lo suficientemente productivos.
Pero cualquiera que ha llevado plazos en su vida sabe que no solamente es una herramienta motivante para quienes gustan de desafíos y superarse a sí mismos, también es sinónimo de ansiedad, estrés y sentimiento de persecución, especialmente para quienes son naturalmente más serenos.
“El mundo es de los introvertidos, los que no pueden estar quietos y del que gusta de tomar riesgos”, todo sabemos eso pero entonces, ¿qué hay del otro sector de la población que son introvertidos, los analíticos, de los que funcionan mejor en la calma y la serenidad, de quienes disfrutan del camino más que la recompensa que eventualmente alcanzarán con el tiempo?
La humanidad está rebosante de toca clase de configuraciones cerebrales, donde los extrovertidos laborales solos son una pequeña fracción entre los introvertidos, y solamente hablando de las personas neurotípicas, porque podemos entrar en el terreno de la neurodivergencia donde hay personas con miles de configuraciones productividad.
Es aquí donde claramente podemos decir que el viejo truco de ponerte tiempos límites para todo no es necesariamente un bien para todos, pues hay quienes sienten esta presión tan aplastante que los logra paralizar o enfermar, eliminando por completo el propósito de aprovechar mejor el tiempo.
Investigadores de Nueva Zelanda ponen a prueba qué tan benéfico es la utilización de plazos para concluir tareas y ser más productivos
Ha sido un grupo de investigadores de la Universidad de Otago en Nueva Zelanda, que se dieron a la tarea de probar realmente qué tan efectivos son los deadline para la productividad, y más que eso, qué efectos causa sobre las personas, que es de lo que poco se habla.
Su trabajo se encuentra alojado en el sitio de investigaciones científicas, Wiley Online Library, bajo el título “Procrastination and the non-monotonic effect of deadlines on task completion” (Procrastinación y el efecto no monótono de los plazos en la finalización de la tarea) publicado el 28 de agosto de 2021 por Stephen Knowles, Maroš Servátka, Trudy Sullivan y Murat Genç.
Para este estudio se recaudó participantes para realizar una encuesta en línea, ellos fueron divididos en varios grupos para entregar sus resultados en diferentes momentos: una semana, un mes o sin una fecha límite.
Cabe destacar que el contexto no solamente era entregar una encuesta y ya, sino que todos los participantes fueron sometidos a una situación más bien de brindar la ayuda a los investigadores, que se podría comparar con una situación donde un amigo o familiar le pide ayuda a otro.
Luego del análisis, descubrieron que en este contexto de brindar ayuda, las personas respondían mejor cuando no había una fecha límite o al menos muy breve de respuesta. La calidad de las respuestas o la capacidad de entregar dicha encuesta disminuía con el plazo de una semana o un mes.
Para saber la razón, las personas fueron preguntadas del porqué de sus acciones, descubriendo que al no haber una fecha límite que cumplir se tomaron en tiempo de realizarla con calma, sin presiones y cuando tenían el mejor humor para contestar a conciencia.
Las personas con una semana o un mes como fecha límite, tendieron a realizar respuestas rápidas y de forma más descuidada con tal de entregarlo en el momento establecido, considerando que eran personas que posiblemente eran muy ocupadas o tenían problemas personales que atender antes que hacer una encuesta para dentro de una semana.
El punto medio es el más adecuado, concluyen los investigadores en cuanto a conservar la urgencia de actuar ante un llamado de ayuda, pues quienes tenían el plazo más corto simplemente cumplían por cumplir, mientras que los que no tenían plazo podían perder el interés y olvidarse del asunto.
Quienes contaban con el plazo de un mes podían hacer el trabajo con mayor calma, atendiendo sus asuntos personales y al mismo tiempo manteniendo el foco de urgencia de realizar una acción sin peligro de que quede en el olvido o “caduque” el entusiasmo de participar.
A su vez, quienes no tenían una fecha implícita para actuar, se dividían en quienes perdieron el entusiasmo y en quienes se actuaron bajo una fecha que ellos consideraban apropiada para hacer bien el trabajo pero tampoco dejar a los investigadores esperando mucho tiempo y parecer descorteces.
Pero también anotan que quienes pierden por completo el entusiasmo de participar no necesariamente se trata de personas maleducadas, sino del efecto de las diferentes composiciones de nuestra mente, pues hay algunas personas que no necesariamente tienen la mismas funcione naturales como la percepción del tiempo, el sentido de cooperación, procrastinación, y aunque pongan lo mejor de ellos mismos, simplemente sus propias limitantes les impide lograrlo.
El resultado más impactante del estudio fue el poder de los plazos para aniquilar los procesos creativos de las personas
Mucho se ha hablado de que las personas estamos hechas para procrastinar, y tiene mucho sentido si consideramos que el logro de metas, la productividad, la puntualidad y toda clase de conceptos similares son artificiales e inventados por el ser humano para calzar en una sociedad que se mueve rápidamente y que no espera a nadie.
Es este el ritmo que ha sometido a muchas personas bajo el estrés que luego evoluciona a enfermedades crónicas o repentinas, principalmente de los empleados, siendo explotados trabajando en horarios sobrehumanos y bajo condiciones esclavizantes.
No podemos culpar a nuestro cerebro más primitivo, el que no es capaz de procesar todos estos conceptos artificiales, el que trata de protegerse de todos esos sentimientos estresantes y dañinos, enviando señales de detener la marcha aunque sea por un momento para no enfermar.
Además, todos estos procesos rápidos bajo presión que vivimos día a día, también logra afectar a otros procesos naturales de nuestro cerebro, que van desde nuestras capacidades socio afectivas, hasta la creatividad con tal de ser productivos, con tal de tener algo hecho.
Por ello, resulta inútil siquiera pretender (como muchos lo sugieren) de eliminar los impulsos de procrastinación cuando es prácticamente nuestra mente pidiendo ayuda y descanso ante algo “antinatural”, por ello nuevas corrientes están a favor de utilizarla en ciertos sectores, o al menos sacarle algo de provecho.
La procrastinación productiva es una de las nuevas corrientes donde se busca parar de luchar contra nuestros instintos y mejor convertirlo en un aliado. Esta pretende fomentar el procrastinar tareas menos placenteras haciendo algunas más fáciles de realizar.
Esto es de hecho, una tendencia que viene con la procrastinación de forma natural. Seguramente en vez de hacer esa tarea tan agobiante y aburrida, decidiste limpiar la casa, revisar correos, sacar a pasear al perro, limpiar el garaje, y otras cosas con tal de no enfrentar esa tarea odiosa.
Muchas veces tener una lista de actividades de tareas pequeñas y fáciles de hacer en el día, puede ser de gran ayuda para realizar antes de esa tarea aburrida, es decir, gastar todas las opciones y cuando ya cuando sientas que no te queda de otra, finalmente realizarla.
Por otro lado, también busca escuchar a nuestro cuerpo que nos habla de diversas maneras para decirnos los que necesitamos. Los expertos mencionan que en la lista de tareas a realizar, también es importante incluir momentos de descanso y esparcimiento para evitar la procrastinación durante días.
Esto especialmente ayuda a las personas que han tenido que trabajar o estudiar en épocas de pandemia, quienes difícilmente pueden dividir su espacio de trabajo y de descanso, teniendo que laboral en lugares no aptos para la concentración y la productividad.
Pero lo cierto es que, al momento de realizar proyectos o alcanzar las metas, además de ser bien específicos, siempre es una buena idea contemplar a nuestro instinto de procrastinación en vez de luchar inagotablemente contra ella.