Las consecuencias por el cambio climático no es algo que vendrá en el futuro, de hecho, ya lo estamos viviendo y pagándolo con creces por fenómenos totalmente nuevos o más destructivos que antes.
Tal es el ejemplo de las inundaciones cada vez más severas en Europa como las ocurridas en Alemania, Países Bajos y Bélgica, la nevada sin precedentes que cubrió Texas donde tuvieron que rescatar cientos de tortugas y paralizó la ciudad, o los cinco huracanes simultáneos que amenazaron el Atlántico.
Esta clase de fenómenos naturales siempre han existido, pero nunca se han vivido de tal magnitud, está claro que el clima está cambiando drásticamente en las últimas décadas y los humanos no podrán hacer nada para combatirla.
Desde luego, con cada desastre, miles o millones de dólares tienen que ser desembolsados para subsanar los daños que esta causa a su paso, desde los protocolos ante desastres naturales, hasta volver a levantar edificios, repara servicios y otros trabajos de limpieza extraordinarios con todo y el despliegue de ayuda que se necesita.
Está más que claro que las consecuencias del cambio climático cuestan dinero y mucho, pero entonces ¿por qué no todos los países se han puesto manos a la obra para detener lo que ya es bien sabido?
Irónicamente, también combatir el cambio climático supone costos tan altos que podría traer una crisis económica como nunca antes vista, al menos eso advierten diversos analistas que advierten sobre las consecuencias de tomar medidas aceleradas y contundentes que necesitan para parar la catástrofe climática a tiempo.
La crisis económica de España podría estar a la vuelta de la esquina
La nación española ha quedado dentro de una terrible paradoja, por un lado será uno de los países más azotados por el cambio climático, pero por otro lado, tiene una crisis económica monumental a la vuelta de la esquina que podría estallar con solo tratar de tomar medidas a favor del ambiente.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), ha señalado que España y parte del mediterráneo, serán uno de los más afectados en el mundo por los efectos climáticos cambiantes y extremos.
Se dice que las próximas décadas, algunas zonas enfrentarán sequías y aridez cada vez más fuertes, con temperaturas tan altas que podría dar lugar a incendios forestales, tal y como ya está sucediendo en Grecia, Italia y Turquía, quienes han visto la situación empeorar.
El invierno será la otra cara de la moneda, donde se prevén olas de frío más intensas y duraderas. Las temporadas húmedas ya están trayendo más agua de lo habitual, inundando varias zonas del mediterráneo este 2020 dejando muerte a su paso.
Murcia ya tuvo una probada de esto, inundándose como nunca, cinco veces en tan solo un año, mientras que la tendencia del viento y el calor que ya se vive cada verano, están construyendo la receta perfecta para los grandes incendios que podrían arrasar zonas rurales.
Por si no fuera poco, en cuestiones de económicos nacionales, los expertos ya pueden divisar no tan lejanamente la próxima recesión económica que podría superar al de 2007-2008, y las estadísticas no los han dejado mentir.
Las autoridades del Seguro Social han notado que en verano del 2019, la cantidad de desempleados siguió aumentando de forma dramática, en tan solo medio año, más de 54 mil ciudadanos perdieron su empleo, el peor número registrado desde 2008.
También en las tendencias de consumo de los españoles se ve la recesión en la economía de los hogares, por ejemplo, en una caída en la compra de vehículos, los ingresos por turismo va a la baja, y más.
El sistema financiero tiende a basar su estabilidad en los millones que ha invertido a las industrias, desafortunadamente a las que son potencialmente contaminantes como las petroleras o al sector automovilístico a combustión.
Si de repente se quisiera eliminar el uso de hidrocarburos y crudo, así como empezar a optar masivamente por los coches eléctricos, significaría para el sistema financiero pérdidas que jamás regresarán.
Pero al mismo tiempo y sin tener mucho sentido, las inversiones a estos sectores que se quieren erradicar o se detendrán por sí mismos por los efectos del cambio climático siguen su curso, aunque no tengan ya factibilidad a mediano o largo plazo, pero es lo que los mantiene a flote hoy.
Grandes sectores que alimentan las finanzas del mundo empiezan a desplomarse
No han sido los científicos que miran de cerca el cambio climático ni activistas o asociaciones en pro del medio ambiente como Greenpeace, ha sido la agencia global de calificaciones crediticias internacional, S&P, quienes han advertido sobre la gravedad del asunto.
La agencia menciona que los estragos climáticos que son evidentemente producto del calentamiento global, ya han causado estragos en la economía de muchas ciudades en este momento, entre inundaciones, ondas de calor, subida del nivel del mar y otros síntomas.
Las pérdidas son de miles de millones las que azotan la economía, tal es el caso del desplome radical de los precios en el sector inmobiliario, específicamente de la zonas costeras que se verán próximamente afectadas por el incremento del nivel del mar, que han estado presentando una caída en picada en sus inversiones sin indicios de recuperación.
En el sector automotriz eléctrica, las cosas no han evolucionado como se esperaba pese a los esfuerzos por incentivar su consumo en Europa, las cosas van lentas y en otras partes del mundo ni siquiera ha alzado el vuelo.
Los automóviles eléctricos son caros de producir y difícilmente popularizable con todas las limitantes que presentan pese a sus paulatinas actualizaciones. Actualmente, Europa está en un punto incierto donde esta industria ha creado miles de puestos de trabajo, pero a la que más le ha inyectado dinero pese a los resultados.
Es así como miles de millones por incentivar este sector se han ido al caño por su mala recepción, solo con la única convicción de salvar a las naciones de una crisis que concluiría por apostar por políticas sostenibles y coherentes.
Desde luego, la industria petrolera, la que nos ha traído a este punto crítico en primer lugar, continúa moviéndose haciendo oídos sordos y pretendiendo que nada sucede, que las cosas irán mejor en el futuro para este sector, algo que se pone en tela de juicio porque coincide con las fechas más desastrosas para el planeta de continuar así.
Las proveedoras de carbón más importantes de Estados Unidos han empezado a caer una por una, levantándose nuevas alternativas como las del gas y las energías renovables, que de continuar alzándose como hasta ahora, terminarían por derrocar al petróleo en algún momento.
Tal parece que las petroleras se creen las estrellas del maratón, a punto de coronarse con la medalla de oro, en una carrera que poco a poco se queda sin público y coordinadores. Casi ilusamente tratando de seguir atrayendo fondos de inversión y bancos como si nada pasara.
Ya no se trata más de pseudo predicciones, tan solo en 2015 vimos cómo Shell empezó su descenso, con un desplome de casi 10 mil millones de dólares, debido a que sus proyectos ya no tenían cabida, viendo simplemente como ese dinero desaparece como arte de magia.
PEMEX, la empresa mexicana de extracción de petróleo que brinda crudo a Estados Unidos y a su vez alimenta de combustibles a México, también está siendo abandonado por un mala administración, viviendo dentro de un gobierno que no cree en las energías renovables, pero que está siendo azotado por fenómenos climáticos cada vez más destructivos.
Tal es el caso del reciente huracán Grace que ha azotado a las costas de Veracruz, principal puerto hacia el mundo que sostienen al comercio y la conexión con otros países. Por primera vez en su historia recibió un huracán categoría 3 que hizo añicos las ciudades y comunidades que tomó a las autoridades por sorpresa, y sin los recursos de reparar los costosos daños.
El Banco de Inglaterra puede ver que algunas industrias no quieren dar el brazo a torcer y se agarran hasta con las uñas a una época de gloria que ya no volverá, sin embargo, mientras estas sigan dentro del juego de las inversiones, el sistema financiero seguirá dependiendo de ese rumbo.
El problema es que apostar por las industrias contaminantes amenaza con venirse abajo en cualquier momento, y junto con este, el sistema financiero caerá al apostar todo por ellas. Al mismo tiempo, aparta la mirada y el apoyo al sector sustentable que no está recibiendo el apoyo que debería, y que son el futuro del mundo.